¿En qué creen los que buscan creer?: La nueva espiritualidad en el tiempo de la caída de las iglesias
El tiempo de las revoluciones ha terminado. Ya no se debe pensar en revolución sino en re-evolución. Hay que repensar todas las categorías: La patria, la familia, la sociedad. Los valores heredados de la Modernidad han cambiado o desaparecido. La caída de las religiones ha derivado en la multiplicación de sucedáneos donde abrevan quienes buscan saciar su angustia vital, su sed de contención espiritual, dando nacimiento al gran negocio de los astrólogos, maestros espirituales, gurús y enviados planetarios.

SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.- El presupuesto básico, inicial, es comprender que la humanidad ha ingresado en un cambio de época que coincide con una elevación de la conciencia y aunque parezca contradictorio por lo mal que se ve al mundo, sin embargo, el Planeta inició un tiempo de balance y de limpieza espiritual.
No vamos a detenernos en el análisis del paso del Sol por las distintas Casas Astrales, digamos solamente que desde ese punto de vista y aunque se discute el inicio del Tiempo, la Tierra comenzó a transitar la Casa de Acuario, signo de agua que representa precisamente la limpieza.
Tenemos que prepararnos para asumir transformaciones significativas en diversos ámbitos de la sociedad, como la tecnología, la economía, la política, la cultura y las relaciones sociales. La digitalización, la inteligencia artificial, la robótica y otras tecnologías disruptivas están transformando la economía, generando cambios en el empleo y en la forma en que nos comunicamos. Es necesario aceptar que desde nuestro celular se ha iniciado la configuración de una nueva realidad.
Hablamos, por ejemplo, de cambio climático y sostenibilidad, un drama global pero a la vez una oportunidad para cambiar nuestra forma de relacionarnos con la Naturaleza. A la vez, hallamos cambios sociales y culturales que colisionan y desafían a nuestra formación cultural y religiosa incorporando al debate temas como el género, la sexualidad y las relaciones interpersonales. El feminismo, la lucha por la igualdad y la diversidad han llevado a un replanteamiento de esas categorías sociales y culturales establecidas.
Esto no es sólo una moda sino un nuevo modo de pensar al hombre y a la mujer, es un sistema sobre el cual no es el momento de calificar sino de advertir que esto vino para quedarse por lo menos por el tiempo de algunas generaciones. El desafío será encontrar el justo medio de la prudencia para tratarlos y evitar caer en la dictadura de las minorías como está ocurriendo.
El vacío espiritual en la sociedad contemporánea
Ahora bien, a pesar de la interconectividad tan desarrollada donde hallamos amigos virtuales por quienes desarrollamos afectos y hasta relaciones amorosas, en un tiempo donde «somos lejanos un mundo próximo» como diría Marshall MacLuhan, una de las paradojas más lacerantes es que ese hombre, esa mujer, que habitan un mundo tan repleto de miles de «amigos» en las Redes Sociales, sin embargo, en ocasiones están muy solos.
A ello hay que sumarle que la ausencia de un fundamento espiritual, la carencia de un Dios en el estado pleno en que lo vivimos quienes nos formamos en otros tiempos, lleva a estas personas a penar lo que se llama hoy el «vacío espiritual» o la «desconexión espiritual», que se reflejan en una sensación de falta de significado, propósito o trascendencia en la vida. Esa falta de contención condena a una búsqueda incesante, inacabable de «algo» que sustente y colme. Se puede tenerlo todo en términos materiales pero esa angustia inconsciente de vacío termina en un eterno peregrinar en busca de paz espiritual, porque el éxito material no es suficiente para proporcionar un sentido profundo de propósito y felicidad.
La religión de los no religados
Si la etimología del término religión es «religare», volver a unir al hombre con lo trascendente, ocurre hoy que esa conexión está cortada pero la naturaleza humana está condicionada a esa búsqueda, por lo tanto, aunque se rechace o se desconozca la práctica religiosa institucional esa ansiedad por saciar el espíritu es inacabable.
Luego, la pérdida de sentido trascendente a causa de la creciente secularización y el declive de la influencia de las instituciones religiosas tradicionales conlleva a una búsqueda desordenada de lo superior, particularmente cuando se trata de personas sin anclaje espiritual.
La constante estimulación y distracción digital sumado al abrumador mundo de un trabajo cada vez más exigente impide hallar el tiempo para la reflexión interna y el autoconocimiento. La falta de autoconciencia puede dificultar la identificación y el cultivo de las necesidades espirituales, lo que puede contribuir al vacío existencial.
Ese vacío espiritual es un fenómeno complejo y multifacético que afecta a las personas de manera diferente; algunos podrán encontrar respuestas y satisfacer sus necesidades espirituales a través de enfoques religiosos o espirituales tradicionales, mientras que otros pueden buscar soluciones en prácticas de bienestar, mindfulness, coaching, filosofía, grupos de meditación, prácticas de yoga, retiros espirituales, comunidades de crecimiento personal y espiritual, la autoayuda y las constelaciones familiares, entre tantos que se ofrecen hoy en día.
El negocio de la «espiritualidad perdida»
En este cambio de Era las religiones se baten en retirada. Los templos están cada vez más vacíos y los dogmas ya no son creíbles para una sociedad pragmática. Esta situación ha promovido la aparición de «maestros» y «directores espirituales» que dictan seminarios y programas que obviamente no sacian nunca completamente la búsqueda de quienes corren detrás de un sustituto de las religiones. Siempre la idea final es hallar orientación, propósito y bienestar en su vida. Pero he aquí el problema, la vida no sólo es lo material sino y fundamentalmente lo espiritual.
De hecho, estas prácticas no proporcionan un sistema de creencias o una estructura moral y ética sólida como lo harían las religiones tradicionales. Pueden sí, satisfacer algunas necesidades personales y circunstanciales pero no ofrecer una respuesta completa a las preguntas existenciales y espirituales más profundas.
Por fin, la dispersión de materias y maestros hace que la oferta sea cada día más diversa y los buscadores de soluciones espirituales vayan de aquí para allá en una búsqueda del tesoro en la cual invierten tiempo y dinero sin un resultado plenamente satisfactorio.
¿Quién puede garantizar la calidad, honestidad y autoridad de estos gurús? Obviamente que tampoco los sacerdotes ni los imanes ni los mullah pueden hacerlo porque SIEMPRE el encuentro entre la Divinidad -como sea que se la conciba- y el hombre es íntima, solitaria y estrictamente personal.
No existe otro camino que la introspección, la búsqueda personal mediante la meditación y la apertura espiritual sincera para encontrar el umbral de conexión con Dios, plenitud y fin de la búsqueda, de la ansiedad perenne.
Si tal vez ninguna de las experiencias que el menú de «maestros» colma esa ansiedad espiritual y las iglesias tampoco son confiables, habría quizás que remitirse a los clásicos, en particular a Diógenes de Sinope que dijo aquella conocida frase: «Dios no habita en templos de piedra o de madera sino en el corazón del hombre. Quiebra una rama y allí estaré, levanta una piedra y allí me encontrarás».
Éste es el gran desafío de esta Época de individualismo puro, donde quizás sea como dice aquel viejo dicho popular: «El que necesita de un pastor es porque tiene mentalidad de oveja».-