El Tsunami ya comenzó: O cambian la política ahora o un estallido social cambiará al país
A 40 años de un ejercicio ininterrumpido de democracia el modelo está desestabilizado paradójicamente por aquellos que la conducen. La buena política ha desaparecido y la democracia se ha estratificado y "monarquizado". La dirigencia se ha convertido en un consorcio donde se compran los cargos y hasta se heredan. Nadie parece advertir que de seguir las cosas así el país marcha hacia un estallido social que ya se insinúa en las calles.

SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.- La alternancia es la savia de la democracia, pero ese principio está alterado por la obstinación de una clase ya ni siquiera es política y se aferra desesperadamente al poder. Una cosa es tener la vocación política de los padres y otra muy distinta es permanecer en el elenco estable por «ser hijo de…». Tan insano es esto como alterar el espíritu de las Cartas Magnas para efectuar triquiñuelas que permitan quedarse en el poder más allá de lo que prescriben las mismas.
El segundo problema es la caída en la calidad de los «políticos» que carecen no sólo de contenidos académicos sino y sobre todo de carisma y capacidades -precisamente- políticas. Recordamos en Salta aquellos legisladores como Carlos Saravia, Fernando Saravia Toledo, Carlos Romero, verdaderos doctos y de verba elocuente. Pero también a un mítico Eduardo Barrionuevo -alias El Garfio- que sin instrucción alguna tomaba la palabra y les daba vuelta un debate. Hoy en el espinel político de Salta no se hallan ni los unos ni los otros, salvo alguna que otra excepción. Esto es un dato de la realidad.
El tercer problema son los asesores. Bien decía aquel ilustre Ennio Pontussi, que había «asesores y asesoretes»; lamentablemente, vemos a los funcionarios rodearse de los segundos y así forman en las listas de los «AP» los parientes, las queridas y queridos, los ambidiestros, los «alcanzame», los «fercho», en fin…, una claque de personas a los que se les da el beneficio de la obra social y algunos pesos mientras los titulares recaudan la diferencia junto con el suculento sueldo. ¡Perdón, cierto que hay temas incluidos en el rubro «De eso no se habla»!
El cuarto problema es la desaparición de los partidos políticos. El peronismo, como dice un sabio y egregio hombre de la política -de los pocos que quedan- es «Una entelequia que cabalga en la nostalgia y sólo sirve para juntar votos», palabras más o menos. La Unión Cívica Radical es un sello que como dice el Tenorio del Zorrilla «Al otro día la habría a una carta puesto». El peronismo ya no tiene compañeros con la convicción de la mano metalúrgica de un Lorenzo Miguel, por ejemplo, mientras que la «Lista 3» de los hijos de Alem es el botín de guerra de un grupete de tirifilos y petiteros.
Extrañamos a la izquierda de Abelardo Ramos, cuyos militantes portaban una mochila repleta de libros, reemplazada hoy por los chisperos del Partido Obrero, que no es un partido sino sólo un grupo de facciosos que en la mochila llevan piedras, palos y botellas con cóctel molotov, todos «liderados» por un burgués autopercibido como «zurdo combativo» que ni tiene partido ni es obrero porque vive hace décadas de los contribuyentes.
El quinto problema es la concentración absoluta del poder; eso no es democracia, se llama absolutismo y ya estamos alcanzando niveles donde en los discursos falta nada para escuchar decir como Luis XIV «L’ Etat c`est moi¡» (El Estado soy yo, aclaración para esos «políticos» que tienen problemas de comprensión al leer El Tribuno).
El sexto problema es la cada vez más tangible ilegitimidad del poder. Hoy los gobiernos locales deberían ser ejercidos por algún ciudadano representante del nuevo partido llamado «Agrupación Municipal Abstención y Voto en Blanco».
¡Y aquí comienza el verdadero problema que nos está llevando al estallido social!
Notemos que en la sociedad de Salta y también del país se está produciendo un «Efecto Tsunami», que como sabemos, antes de que la gran ola se venga con furia y se lleve todo puesto, las aguas mansamente se van retirando. El lento pero progresivo retiro de los ciudadanos de la participación cívica está agrupándolos en movimientos naturales de protesta que están estallando aquí y allá y ya vienen marchando. ¿Van a esperar a que este fenómeno sea incontenible?
A la desaparición progresiva de los gremios que obraban como dique de contención social la también progresiva pauperización de la sociedad, la angustia social, la anomia, las necesidades que aguijonean a la conciencia de los más deprimidos y los demás «Etc.», están formando un espíritu de cuerpo anárquico que los políticos siguen batiendo como un tarro con nitroglicerina: es altamente inestable.
El cantautor, León Gieco, dice en «Bajaste del Norte» que: «Buscabas el peso/sin darte por vencido/mas al final de cada día/las manos vacías/volvías a encontrar». Y precisamente del Norte viene bajando el estallido que se encendió apenas producido en Salta. No se piense que un acuerdo salarial ha calmado los ánimos. Bastará una chispa para que se produzca una explosión por simpatía y el poder se les quemará en las manos.
El séptimo problema, por fin -vaya número apocalíptico si los hay el 7-, es el descontento social generalizado de la población (El partido del voto en blanco y la abstención es el síntoma más elocuente), motivado por la desigualdad social y la falta de oportunidades, la corrupción y el abuso de poder.
Es un pensamiento simplista decir «Que se bajen el sueldo los políticos», primero porque jamás lo harían y segundo porque eso no soluciona nada.
El camino para evitar lo que ya se está gestando en el ánimo popular es tallar y repartir de nuevo. Abrir la política a la gente capaz, como diría Leandro Alem, poner a marchar la buena política a partir de un diálogo abierto y sincero. Abrir la puerta a la gestión asociada y a la participación ciudadana. Formar gabinetes con entendidos en cada cuestión en reemplazo de los oligofrénicos que han demostrado que -como dijimos ya- deberían estar en Harvard pero en un frasco.
Buena política es nombrar gente decente, con «Cursus Honorum» y no simplemente con cursos. Es reestructurar el sistema democrático volviendo a formar a los partidos políticos y convocando a la juventud. Buscando el asesoramiento de los mejores que se encuentren en reemplazo de los genuflexos y los alcahuetes. El mejor asesor es el que le dice «No» al funcionario y no el «Si Bwana», estos son los «asesoretes». Y no es lógico ni de justicia social que un asesorete gane más que un maestro, un enfermero o un médico.
Es necesario que hoy alguien se dé cuenta de que a la granada ya le han quitado la espoleta, que tal vez sea de retardo, pero que igual va a explotar.
Se trata, al fin, de aplicar los tres principios básicos del Derecho que enseñara Ulpiano: «Vivir honestamente; No dañar a otro y Dar a cada uno lo suyo».
Después no digan que no les avisamos.-