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Quememos todo o terminemos con la anarquía de los «Autoconvocados», la prepotencia de juezas con olor a Proceso y la incapacidad política de algunos ministros

El progreso es cosa imposible sino está garantizada la paz social y esto ocurre cuando cada cosa está en su lugar, cuando la Ley impera y el Orden Público se respeta. Cuando las Instituciones se veneran como templos laicos y los funcionarios son competentes. Cuando la anomia gana las calles pretender civilidad es como intentar detener una estampida de bestias desbocadas.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- Nadie debe llamarse a engaño, la paz social en la provincia de Salta no está sellada. El arresto de las llamas no significa el fin del incendio. Sólo cuando el último foco ígneo ha sido sofocado es posible hablar de reconstruir sobre las cenizas. Antes, cada rescoldo es un nido de conspiración presto a resolverse nuevamente.

Es un dato inexcusable que los gremios docentes, de la salud y demás han terminado su tiempo. Son sólo sellos que recaudan dineros de sus afiliados y prestan servicios solamente… cuando los prestan. Pero hablar de representatividad gremial, de defensa de derechos, de protección sindical y otras concomitancias, eso ya es nostalgia de un pasado cuando el peronismo existía y el sindicalismo era «la columna vertebral del movimiento obrero».

Hoy ya no hay obreros sino planeros, el sindicalismo es una mafia y la columna vertebral está hecha añicos. Hay que dejar de lado el verso nostálgico y tallar cartas con una realidad donde la representación y la militancia han desaparecido. Los sindicalistas son en su mayoría empresarios o una nueva clase social que viaja por el mundo mientras sus representados cobran palitos y comen chauchas. Con los políticos pasa lo mismo, entonces ¿Entre «bomberos se van a pisar la manguera»? Ya ni los niños creen en los Reyes Magos.

En Salta se vive una experiencia piloto de lo que es el Nuevo Orden, donde se están formando nuevas estructuras sociales con conciencia de clase y sentido real de participación. Ese fenómeno lo encarnan los «Autoconvocados» que han logrado adquirir una identidad y un espìritu de cuerpo aunque lamentablemente en el marco de un desorden absoluto. Un grupo de presiòn que no està organizado es una marea anàrquica cuyos efectos desembocan en lo que se està viendo: caos, beligerancia, desorden, violencia inconstitucional, empoderamientos fàcticos por parte de elementos que ignoran la norma y una serie màs de «Etc

Tiene razón el gobierno de Salta cuando les pide a los «Autoconvocados» organización, que se den una forma legal. Hasta las tribus más primitivas tienen un cacique que comanda y manda a los indios. Aquí está invertida la situación y encontramos un montón de indios que asumen cacicazgos eventuales y temporarios. Entonces se arregla aquí y se desarregla más allá. Si no se pone orden legal la cuestión será de nunca terminar.

A este desorden hay que agregarle a los «Hijos de PO» y toda esa cáfila de sicarios de la siniestra que aprovechan un reclamo legítimo para encender hogueras. A estos tirifilos como Claudio del Pla y similares no les interesa para nada que se aumente el sueldo al docente, al enfermero, que se mejore a los médicos…, no. Sólo se infiltran para generar caos en nombre de una revolución perdida en los tiempos en la cual ya ni Lenin ni Trotsky ni mucho menos Mao creerían. De hecho, la reforma de la Constitución de China admite ya la propiedad privada. Los individuos como Del Pla & Cìa no asumen que ya no les responde la masa, pero la encefálica.

Una nueva forma de representación social está emergiendo y hay que atender a ese fenómeno, pero hay que convocarlos a un diálogo serio, con funcionarios que entiendan este nuevo proceso universal y no con ministros que todavía no han llegado al Renacimiento ni con otros que de manejo político entienden lo que Doña Petrona C. de Gandulfo entendía de física cuántica (Pedimos perdón por la antigüedad, pero son rémoras que nuestra memoria guarda de cuando nuestras madres aludían a esa biblia gastronómica).

Y hablando de funcionarios, entendemos que el tiempo de algunos ya se ha terminado. Un ministro como Ricardo Villada ya debería estar jubilado ocupando su tiempo en recolectar las «S» que se le escapan cuando habla pero que no sabe que ya estamos viviendo en la Cuarta Revolución Industrial, además de tomar algún curso de oratoria porque es de los que siguen pensando que poniendo rostro de King Kong con ataque de hígado su imagen gana más seriedad. Igual nos ocurre con el Dr. Matías Cánepa que debe saber que en las escuelas modernas se enseña ya para el «No trabajo» y no confundir con «No trabajo» para enseñar. Si fuera un niño con cohetes en la mano en Navidad se habría volado varios dedos con la cantidad de conflictos que le estallaron en las manos y no pudo resolver. Por fin, del ministro de Salud Pública, Federico Mangione, poco podemos predicar sólo que siempre dice saber que en los hospitales públicos hay médicos mientras los pacientes dicen que no. Vaya uno a saber.

Para equilibrar esta cuestión social que está tan candente, también hay que buscar en capacitar a los señores y señoras jueces y juezas (para usar un léxico «Nac & Pop», ¿vio?), pues no se puede dejar que una jueza salga a los medios en modo «¡Che papusa oì!» y termine de incendiar lo que ya està ardiendo. La señora jueza que ordenò reprimir y ahora se inhibe debió hacer esto último  antes de presentarse en sociedad como una piromaníaca política porque le incendió la situación al gobierno.

Orden Público, legalidad, institucionalidad, concepto de República, civismo, respeto, buena política, proscripción del zurdaje levantisco (perdón, aplicación de la ley para que respeten el orden público quisimos decir), prudencia judicial, contención policial, todas categorías y materias que no están en vigencia por eso podemos decir sin temor al equívoco que la cuestión social NO ESTÀ TERMINADA. Pruebas al canto: en una muestra de capacidad de maniobra diplomática el vicegobernador, Antonio Marocco, logra firmar un acuerdo con los docentes y apenas horas después en una caótica «asamblea» los menos le complican la historia a los más.

Citamos nuevamente a San Agustín, cuyas palabras resultan en esta hora una preclara luz que debiera iluminar a todos, todas y «todes», cuando dice: «La paz de todas las cosas, la tranquilidad del orden; y el orden no es otra cosa que una disposición de cosas iguales y desiguales, que da a cada una su propio lugar”.

Mientras todos, gobierno, ex gremios, «Autoconvocados», jueces, policías, periodistas y ciudadanos en general, no se dispongan a deponer la parte del conflicto que los afecta, no podremos decir que hay solución sino que en realidad estamos incubando un monstruo que cuando agote su paciencia puede terminar causando estragos.

Y NADIE quiere que eso suceda. Estamos a tiempo.-

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