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La Campaña Campal: Pro República Manifesto

Ha ingresado en su tramo final lo que la historia de las luchas electorales en la provincia bien podrá recordar como la más bochornosa y pobre de cuantas hubo. Paradójicamente, en un momento de crisis como no hay antecedentes no se ha escuchado hasta aquí ninguna propuesta sustentable sino el ruido de fuego cruzado, denuncias, acusaciones y lo peor de todo, actos de violencia. Por este camino no se construye una democracia.

SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.- Por «Batalla Campal» se entiende un término de la estrategia militar donde dos ejércitos chocan luego de romper la línea de coordinación final con fuego libre, pero el modo coloquial adoptó esa expresión para referirse a la trifulca, a la tremolina y a la confusión. La «campaña» electoral que ya termina en unas horas se ha nutrido de todo esto último abandonando lo que debió ser su naturaleza, la de proponer políticas, argumentar ideas, iluminar sobre cómo el que se postula tratará de hacer para cambiar una realidad que no parece tener salida.

A medida que el día de la elección se acerca parecen enervarse las pasiones y el «carpetazo», la denuncia, la invasión de la privacidad, el oportunismo, la dialéctica vana y vacía, la mentira más procaz y la falta absoluta de respeto al ciudadano se enseñorean en los medios periodísticos que lejos de afinar la Verdad se convierten en las palestras donde se consuman estas iniquidades cívicas.

La inmoralidad ha sido superada por la amoralidad de algunos que con las mochilas cargadas de denuncias penales, de juicios en danza, arengan desde podios resueltos por los genuflexos que buscan el posible mendrugo de una dádiva. Más allá, otros pontifican sobre Valores cívicos que ellos mismos han violentado primero mientras otros con tal de permanecer en sus cargos están literalmente desfalcando el erario público para socorrer el favor del voto de los incautos.

Asistimos indemnes al espectáculo dantesco de almas que se revuelcan en todos los Círculos que el Averno del célebre toscano supo imaginar. Los hay desde lujuriosos -del Primer Círculo- hasta «Traidores a sí mismos y a la Patria» en el Noveno, inmediatos al Dite, donde mora el Maligno. Utilizan como su Negro Padre a la mentira como insignia de sus actos mientras profanan sin sonrojarse a las Instituciones y mancillan la dignidad de los vecinos con la limosna electoralista.

Mientras tanto la Patria sufre, se desangra, hasta corre el riesgo de fragmentarse, sin que esto que fuera el Ideal superior de los Padres fundadores le aflija a ninguno. La lucha no es ni siquiera por el cargo sino por la satisfacción de sus propios intereses, porque el Bien Común ha sido ultimado ante la consagración del cohecho como materia prima del accionar de estos traficantes de la cosa pública.

Allá yacen insepultos los restos de lo que fuera un gran país, sin que haya un Príamo que se acongoje ante el Aquiles pidiendo el favor de darle digna sepultura. Aún aquel semidios tuvo la piedad de conceder tal acto pero aquí estos esbirros de la injusticia y la ilegalidad, estos practicantes de la Ley del Embudo permanecen enhiestos e impasibles ante marea de marginados que se extiende ya hasta los confines del territorio.

El Maestro Aristóteles supo advertir sobre los males de una democracia salida de cauce que lleva a la demagogia. Hoy, se levantan en las tribunas los modernos sofistas que venden sus discursos al mejor pago, son los fariseos cívicos que ultrajan el Templo de la República convirtiéndola en un mercado infame de nefandas ofertas irrealizables.

Y hemos llegado a este punto donde nadie predica ninguna solución, simplemente porque no la tienen y no la tienen porque en su mayoría son los causantes de la tragedia que asuela los hogares hundiendo en la pobreza a los mismos que un día los consagraron mientras ellos llenan la bolsa y son los únicos que gozan de la predicada «movilidad social».

¡Claro que hubo «movilidad social»! Los maestros de la cleptomanía han pasado de miserables a miserables adinerados, mientras los pobres han pasado a revistar entre los paupérrimos. ¡Hasta la Libertad se han llevado! ¡Incluso la Esperanza ha sido abatida por la fusilería dialéctica de los vendepatria!

¿Hay solución, preguntáis? ¡Claro que la hay! Está en las manos del vecino, de los sencillos que no han advertido todavía el poder del sufragio. ¡Quiera el Pueblo votar! clamaba Roque Sáenz Peña mientras firmaba la Ley que consagraba el sufragio universal, secreto y obligatorio!

¡Quiera el Pueblo votar! No sustraerse de esta hora de decidir si cambiar o consagrar la perennidad de los timadores.

¿Y dónde están esos combatientes de la República? ¡En el Municipio! Allì late todavìa la Esperanza del cambio. En la Participaciòn de cada Vecino con su voto.

¡Participar, Votar y Cambiar! He allí la síntesis, la única posibilidad de soñar otra vez con la utopía de una República.

Sí, una utopía. Pero la historia enseña que los palurdos cuando el hartazgo los subleva son capaces de derrocar a los tiranos y cambiar el rumbo de sus Pueblos.-

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