Comienza la campaña: Una cosa es postularse y otra muy distinta querer quedarse
Durante un mes los salteños soportarán un fuego cruzado de avisos, spots y frases sueltas. Ante la ausencia generalizada de ideas y propuestas innovadoras las denuncias e incriminaciones dominarán la escena. No se trata de quién se muestra mejor sino cómo hace para que el otro se vea peor. En medio, el triste escenario de los que no quieren irse más.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- La crisis socio-económica y cultural que vive el país, la provincia y cada municipio no tiene registro en la historia contemporánea. En medio, quien más deteriorada está es la moral pública y la ética, que como dirían los clásicos ha distorsionado el orden natural de todas las categorías.
Una de estas distorsiones y quizás la más grave es el empecinamiento por quedarse ya no a gestionar sino a vegetar en un cargo público. Parece ser que vivir de la renta pública y sin trabajar tal como se entiende este concepto ha convertido a la política en una poltrona donde el que llega es para quedarse.
De esa manera la savia que nutre y vivifica a la democracia, la alternancia en el poder, se ha fosilizado y el sistema político ya evidencia signos de agonía. La profundidad de la crisis es agobiante, entonces, resulta contradictorio que los que han conducido a los pueblos a este estado de postración hoy pretendan decir que tienen la solución para revertir la situación. Es lisa y llanamente una mentira.
Los intendentes cargan con la mayor responsabilidad histórica en este momento porque es desde el municipio desde donde se ha de reconstruir la democracia. Luego, con intendentes que van por un tercer o cuarto periodo, es absurdo pensar que se quedan para revertir una situaciòn de la cual son en gran parte responsables.
Esta crisis necesita ideas y no sorteos. Es preciso afinar políticas públicas y no anuncios espasmódicos. Gente nueva y no los mismos equipos que ya prácticamente son una familia porque como hace décadas que están han ingreso a los hijos, sobrinos, queridas, mancebos, socios encubiertos, asesores y asesoretes, en fin, toda una caterva de casi villanos, todos privados de toda idea innovadora y con una sola neurona puesta al funcionamiento de una sola idea: Cómo hago para llevarme «La mía».
El Estado es la cosa común, de todos. No es «La mía» sino «La nuestra», la de todos los que pagan los impuestos para que estos clanes vivan a lo Macoco Àlzaga Unzuè, «tirando manteca al techo». Nuestra manteca.
Entendemos que esta vergüenza que se va a operar a partir de hoy es el acto final de una farsa llamada «democracia al uso nostro», como en la mafia. Ha de venir el tiempo de la restauración que será precisamente iniciado desde los municipios, pero con vecinos realmente comprometidos y no con grupetes de asociados que no vienen a rifar una moto sino a rifarle el futuro a todos los ciudadanos.-