¿Cómo hacer periodismo en una sociedad de ignorantes?
Por definición, ignorante es aquel que carece de instrucción o conocimientos. Luego, también es aquel que ignora o desconoce ciertas cosas. Entre ambas categorías existe una diferencia cualitativa porque muchos no tuvieron la oportunidad de acceder al conocimiento, pero en la Argentina de hoy la mayoría teniendo a un "click" la información y la educación, prefiere mantenerse en la ignorancia. Las consecuencias de estos últimos son letales.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- Mi padre fue un hombre muy elemental, quizás había cursado el segundo grado inferior, pero tuvo una gran virtud: todos los días recibía y leía el diario. En las noches, casi un rito cultural era ver el noticiero de Canal 11. No tenía instrucción, pero estaba informado.
El diario era en aquellos años un elemento integrador de la sociedad. Hacia media mañana alguna vecina venía a pedir prestado el diario. Para el mediodía el ejemplar cruzaba de vereda y estaba en manos otro vecino… y así hasta la tarde. Cuando el diario regresaba a casa al día siguiente por lo menos cuatro o cinco familias lo habían leído.
Hoy, el vértigo que le impuso la tecnología a la noticia hace que aquello sea nada más que un cálido recuerdo de un tiempo en que todo era más simple, más sencillo y hasta más inocente. La vida online propone vivir una guerra en vivo, ser parte de la misma noticia en tiempo real. Sin embargo, el éxito de un programoide como Gran Hermano denuncia que a la sociedad ya no le interesa informarse, mucho menos formarse.
Monseñor Justo Laguna sabía enseñarnos que «Para ser culto, sólo basta leer el diario», y así peregrinaba cada mañana hasta el quiosco y volvía con la parva de periódicos que desmenuzaba marcando, anotando. Claro, a su edad podía darse ese lujo y eran tiempos que permitían esas posibilidades. Pero resalto su definición: «Sólo hace falta leer el diario».
Jamás en la historia la sociedad tuvo la oportunidad de estar informada, de estudiar y prepararse como ahora cuando todo el conocimiento universal va en el bolsillo con el celular. Pero no, la ignorancia es tan vasta que nadie tiene interés por nada a excepción de que haya sangre, sexo, violencia de cualquier tipo. De política, de economía, de sociedad, nadie lee nada, nadie sabe nada; el campito orégano para una clase política que hace y deshace en beneficio propio y en perjuicio de una sociedad que mira sin comprender nada de lo que está ocurriendo.
Entonces ocurre que la nota culta, el análisis prolijo, tal vez profundo, se leen cada vez menos. La buena literatura, el periodismo de calidad no cautiva. Lo vemos en los grupos de periodistas donde se publican noticias vacuas y se descosen en debates bizantinos, todo convertido en trinchera de agravios y amenazas. ¿Esto es el periodismo?
La sociedad argentina, evidentemente, ha decidido suicidarse intelectualmente. Ha entregado su existencia a manos de los vendedores de humo, de los trápalas de la política que mienten descaradamente, de los encantadores de mentes cada vez más incipientes. El lenguaje ha quedado en boca de «periodistas» que carecen de vocabulario y la redacción en manos de verdaderos ágrafos.
El resultado es una sociedad depreciada intelectualmente -y cada día más-, sensibilizada más allá del afeminamiento donde la verdad ofende y se defienden las «causas» más estúpidas como si fueran consignas patrióticas. Un perro aflige más que un niño que muere desnutrido y un crimen sexual gana más espacio de lecturas que la decisión de vaciar el ANSES, por decir algo.
El estado es terminal, tanto de la clase política, del sistema electoral y de la sociedad misma. Nos empujan irremisiblemente hacia un Pozo de Airón -no pretendan que explique què es eso-, y vamos todos, mansamente hacia el matadero, tal como una manada de ovejas, sólo que conducidos por una recua de pollinos -busquen en el diccionario o pregunten al Sr. Google- que llaman «Clase dirigente».
Ya solía enseñarnos el Dr. Félix Luna que una sociedad termina mal cuando «No sabe a quién vota, por qué vota ni para qué vota». Así estamos.