Por un puñado de dólares
Algo inimaginable en la historia de Salta, que el arzobispo quede reducido a la categoría de villano y las monjas del histórico Carmelo de San Bernardo se hallen inmersas en gestiones judiciales propias de gentes de baja estofa, es la patética muestra de que la espiritualidad ha sido batida por la codicia.

ARGENTINA-SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.- Desde los tiempos fundacionales cuando Hernando de Lerma se disputaba el poder y los dineros con el obispo Francisco de Vitoria que traficaba esclavos y plata desde el Perú mientras se medía con el gobernador para rapiñarse las monedas ocurre que en la Salta del Señor y la Virgen del Milagro se asista a una puesta en escena de tamaña vergüenza.
Al fin de cuentas, allá eran un clérigo y un déspota quienes se batían, pero ahora la salteñidad ha tenido que ver a su pastor mayor enredado en una trifulca con mujeres consagradas que terminó con una ignominiosa denuncia por violencia de género contra el arzobispo, no muy distinto de lo que ocurre cuando el hombre ebrio e indolente llega a la casa a violentar físicamente a su mujer ¿Hay diferencia en la esencialidad de la cuestión? ¡No¡ Si hasta perimetral le impusieron al “Gran Bonete”, como lo llaman en los círculos religiosos íntimos a la Curia.
Nos, vemos con auténtico dolor en el alma estas desgraciadas instancias a las que se han desbarrancado el arzobispo y las Carmelitas. Inédito, insólito, un episodio bochornoso del que dará cuenta la historia a los venideros.
Podríamos comprender las causas disciplinares como motivo del entuerto, aún predicar el celo arzobispal en cuanto preocupación porque las consagradas mantuvieran la pureza de la Regla de Santa Teresa y no se mezclaran con videncias y asuntos paranormales todavía en disputa. Diríamos que el arzobispo obra como el Pedro ante la pregunta del Cristo: “¿Me amas? Apacienta a mis ovejas” (Jn. 21, 15-17). Pero no; el caracú de la cuestión es ¡Dinero, biyuya, tarasca, lana, soldi, dólares! ¿Tan bajo hemos podido caer?
Al fin de cuentas el Judas estuvo moderado al vender al Señor por sólo treinta monedas de plata, que si bien no sabemos al cambio cuánto cotizarían hoy, pero comprendida la felonía tuvo la decencia de suicidarse. Más aquí no hay arrepentimiento ni acto de contrición. ¡Menos todavía propósito de enmienda! ¡Hay más causas judiciales! Ergo, el espíritu beligerante se halla vivo y pareciera que los curiales han cedido a la tentación del Demonio en el desierto: “Mira, todos estos reinos me pertenecen. Te los daré si te postras y me adoras” (Mt. 4, 9-11)
En Salta, Satanás ha vencido porque los jerarcas católicos se han postrado ante el dinero y el poder y han abandonado la labor del pastoreo. Y ya lo sentencia el Señor: “No se puede servir a dos señores, a Dios y al dinero.” (Mt. 6, 24)
Pero ni todas las cucarachas son tan malas ni todas las palomas son tan buenas. Que el arzobispo de Salta es un ser mediocre, limitado intelectualmente, acomodaticio a las oportunidades del poder, que ha dividido al Presbiterio en más tajadas que un pionono y dejado que los esbirros del Opus Dei celebren su “Coena Cypriani” y hagan de la sacralidad un fandango, ya lo sabemos y lo hemos dicho en otras oportunidades. Pero también que las monjas del recoleto Carmelo de San Bernardo se hayan mezclado en la administración de dineros devenidos de una devoción discutida y se permita el ingreso irrestricto de seglares al Carmelo violentando la Regla, tampoco entendemos que sea provechoso a una vida carmelitana. Al fin de cuentas, la Virgen tiene su Cerro y Santa Teresa su Carmelo ¿O no?
Porque ahora resulta que no sólo las monjas tendrían escenas de pugilato con el arzobispo (dicen…) sino que entre ellas habría disturbios –chi lo sa-, y no nos interesa adentrarnos en esos intríngulis conventuales sino discernir y decir que todo esto es ya un asunto verecundo, oprobioso y deshonroso que enloda no sólo a los primeros actores sino a toda la salteñidad que ve expuestos ante el país a sus símbolos más representativos de la Fe trenzados en un reñidero y sacándose las plumas.
En notas anteriores ya supimos advertir que al margen de todo este nefando espectáculo los tonsurados y las beatas han caído en aquello que el Señor anatematizara con gravedad: “¡Ay de aquel por quien vienen los escándalos!” (Mt. 18,7). Y agrega: “¡Cuidaos de vosotros mismos”!
El propio Papa Francisco señaló en la Misa matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, el lunes 13 de noviembre de 2017, que: “El escándalo es feo porque hiere la vulnerabilidad del Pueblo de Dios, hiere la debilidad del Pueblo de Dios, y muchas veces estas heridas se llevan para toda la vida». Traducido, dañan la Fe de los simples, de los caminantes, de los que confunden al ministro con la Fe del Padre. ¿Qué dirán esos de ver que su pastor es un reo de la Justicia? ¿Qué pensarán de las vocaciones cuando ven a las consagradas incursas en acusaciones penales? ¿Qué estará pensando Santa Teresa de ver que su Carmelo de Salta es avanzado por seglares que disponen con más autoridad que la Superiora mientras los bomberos intentan ingresar por los altos?
¡Y que el fondo del problema es un puñado de dólares!
Queridos Hermanos, son tiempos turbulentos sobre los que el Papa Francisco también ha discernido advirtiendo sobre la responsabilidad del pastor (arzobispo en este caso), diciendo que: “Después está también el escándalo del pastor que empieza, por ejemplo, a alejarse de la gente: el pastor lejano» (…) y que cuando “el pastor se aleja escandaliza: es un “señor”». Y agrega Francisco: “Cuando el pastor es uno aferrado al dinero, escandaliza». Y «la gente se escandaliza» viendo «al pastor aferrado al dinero». Y termina diciendo el Papa: “Por esta razón cada pastor debe preguntarse: ¿cómo es mi amistad con el dinero?».
Nos, que tenemos una distancia con la jerarquía católica y sus sicarios, algunos convertidos en polizontes en las Instituciones educativas y pastorales confesionales incluso, pero que hacemos permanente testimonio de nuestra Fe en el Cristo, que solventamos la necesidad de retornar al espíritu de la primera comunidad cristiana según lo enseña San Pablo, pedimos con sincera devoción que el Espíritu Santo protagonice otro Pentecostés en Salta.
Que este Valle sea nuevamente ese cenáculo donde el Espíritu ilumine con su Gracia cual lucerna de los primeros catecúmenos para que hallemos –todos- el camino de la Verdad, de la Justicia, de la Paz interior y social, y así podamos retornar al Padre por la única Vía salvífica que es Cristo cuando nos enseña: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14, 6)
¡Haya Paz y Bien!