Por qué se llaman “Cementerios” a los camposantos
La palabra "cementerio", que se deriva del griego antiguo, significa "lugar para dormir". Así que esas inscripciones en las lápidas de los cementerios que dicen "Descanso eterno" o "Descansa en paz" tienen mucho sentido.

ARGENTINA-SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA-.(Publicada originalmente el 19/Jul/2022)– Los cementerios – desde la isla veneciana de San Michele hasta la colección de tumbas de mafiosos italianos que da hacia Manhattan en el cementerio Calvary, de Queens- son realmente lugares de descanso rodeados de una sensación de ensueño y de escape al otro mundo frente las ruidosas ciudades a las que sirven.
Obra del trabajo de habilidosos diseñadores, arquitectos, escultores y jardineros, los cementerios citadinos pueden resultar descorazonadoramente hermosos.
Pero, aunque generalmente son refugios de vida silvestre, objeto de cautivadores ensayos en la historia del gusto y el diseño y una mirada fascinante sobre las convenciones sociales y las creencias religiosas, su origen fue espeluznante.
Roma Antigua
Entre los romanos, los muertos eran enterrados en sus propias casas hasta que se proscribieron para evitar epidemias. La ley de las Doce Tablas extendió aún más las precauciones prohibiendo enterrar o quemar cadáver alguno en el recinto de la ciudad de Roma.
En tiempos de Adriano y Diocleciano la influencia de las ideas religiosas comenzó a excluir a los muertos de las ciudades, ya que hasta allí se enterraban en las casas o en los jardines, o bien es espacios fuera de la ciudad, según fuera la voluntad de la familia.
Cuando los delincuentes o esclavos morían eran echados a una especie de vertederos llamados puticuli o culirue.
Durante el Cristianismo
Los pueblos antiguos tenían por principio enterrar los difuntos fuera de las ciudades. Así lo hicieron también los primeros cristianos que, perseguidos por mucho tiempo, no pudieron tener un lugar especial para depositar sus muertos. Lo que hacían era observar bien el sitio donde se enterraban los mártires, procurando no confundir sus reliquias con los huesos de otros. Las catacumbas no fueron suficientes para contener los mártires y hubo que buscar otros lugares para dar sepultura a los cristianos.
Entonces, por donación de algunos poderosos, se erigieron cementerios en los que se construían altares y capillas para las ceremonias fúnebres y ejercicios piadosos, observándose no obstante las leyes civiles que prohibían enterrar dentro de poblado. Con el tiempo hubo excepciones, enterrando dentro de las iglesias algunas personas notables. Cundió el deseo de hacerse enterrar en los templos y se consiguió colocar los sepulcros inmediatos a las iglesias.
Varias leyes civiles, secundadas por los cánones, reprodujeron la necesidad de enterrar fuera de las poblaciones, pero el deseo de descansar al lado de los mártires y la pequeñez de algunos cementerios hizo que a fines del siglo sexto después de Cristo casi todos los fieles se enterrasen en la iglesia.
En ciudades coloniales como Salta, esa costumbre de enterrar dentro o en los aledaños de los templos fue muy difundida hasta entrado el siglo XIX.
Luego se determinarían lugares sagrados y especiales destinados a dar sepultura a los cadáveres de los fieles, los cuales en caso de profanación reciben nueva bendición y reconciliación.
La cuestión social se trasladó a la muerte y así los personajes importantes o miembros de familias de alta alcurnia reposaron en los templos o debajo de los altares. Se llegó incluso a levantar iglesias en las afueras de las ciudades para celebrar el culto y enterrar a los más desposeídos.